Sacrifice / Análisis
Hace ya casi dos décadas, Shiny Entertainment era especialista en crear juegos gráficamente abrumadores y de argumento extravagante. Pero, con Sacrifice, la compañía de Dave Perry parecía haberse superado: unos gráficos impresionantes y un argumento totalmente surrealista. Cuando el Creador sufre problemas de identidad, los semidioses menores se disputan el trono.
Una extraña fijación parecía haberse instalado en la fértil mente de Dave Perry. Primero fue un ángel llamado Bob (protagonista de su juego anterior, Messiah) el que pretendía usurpar el trono de Dios Todopoderoso y Eterno y ahora los aspirantes a usurpador son cinco diosecillos menores recién salidos del horno de Shiny. Además, este juego utiliza el mismo motor gráfico que Messiah: el RT-Dat, que tantos quebraderos de cabeza dio a Shiny en Messiah.
Y ahí acaban las similitudes. De Messiah se habló muchísimo (puede que demasiado) y de Sacrifice no tanto. Messiah se anunció dos años antes de su definitiva salida al mercado y Sacrifice aparece casi por sorpresa. Messiah decepcionó ligeramente y Sacrifice comenzaba su vida pública ganando el premio al mejor juego de la ECTS del 2000.
Mucho más importante que todo eso: Messiah era un shooter con algún elemento original y Sacrifice era estrategia en tiempo real, aunque con la ambientación, el nivel gráfico, los excelentes efectos y la banda sonora que eran habituales en Shiny. Se podría definir como una especie de Battlezone o Uprising celestial. Tienes un personaje principal al que desplazas con los cursores y sigues con una cámara en tercera persona que puedes acercar, alejar o girar en torno a él. Y además dispones de una serie de criaturas que te ayudarán a conseguir Tus objetivos. La forma de crear unidades te recordará bastante al antiguo Magic & Mayhem. Pero será mejor ir por partes.
Estos dioses están locos
La historia narra las desavenencias entre cinco dioses de segundo orden. Cada uno de ellos dispone de un reino que gestiona a su manera, aunque poco a poco irán sucumbiendo a la tentación de inmiscuirse en los reinos ajenos. Pero hacer esto directamente podría despertar la ira del Supremo Creador, así que optan por utilizar métodos más sutiles.
Aquí es donde tú entras en juego. Te convertirás en una especie de mercenario en forma de mago al servicio de uno de los cinco dioses. Tendrás que penetrar en el reino vecino y derrotar a las huestes que lo defienden.
El juego cuenta con cinco campañas y una serie de escenarios individuales. Una de sus características es que cada vez que inicias una misión apareces en los accesos de los distintos reinos. Durante unos instantes, los dioses te venderán la moto contándote lo bien que vivirás si te pones a su servicio. No dudarán en ofrecerte lo que sea para que acabes con su enemigo. Así que siempre estás a tiempo de cambiar de empleo y hacer lo mismo para un nuevo jefe.
Cada Dios pone a tu disposición una serie de trucos mágicos con los que derrotar al enemigo. Sacrifice huye del clásico esquema de construcciones, tecnologías y múltiples unidades. Al igual que en Magic & Mayhem, se trata de utilizar los trucos mágicos para conseguir unidades y acumular maná para que tus poderes no se vean reducidos. El maná se encuentra en una serie de fuentes naturales. Repartidas por los diferentes escenarios. Cuando tu personaje se encuentra cerca de ellas, el nivel de maná crece y puedes lanzar tus conjuros.
Para que los niveles se restauren cuando estás lejos del surtidor, debes contar con los servicios de unas criaturas llamadas Manahor, los aguadores que te traen el maná de la fuente más cercana. Algunas unidades también precisan de este recurso para ser más eficaces en el ataque, así que debes tener siempre algún Manahor cerca. Y cuantos más mejor, ya que si el número es mayor las recargas serán más rápidas.
En cuanto a edificios, el objetivo de la partida es acabar con el Altar de tu adversario. Éste y los Manalith son las únicas construcciones que tienes que llevar a cabo. Sacrifice es un juego complejo simplificado al máximo, hasta tal punto que las unidades de que dispones también son limitadas. Al principio de la partida dispones de unas cuantas criaturas y de un número de almas con las que engrosar tu ejército. En el campo de batalla, las unidades que mueren dejan su alma a tu disposición. Si son de tus criaturas, puedes recuperarlas simplemente pasando cerca de ellas. Si son del enemigo, debes invocar la presencia de los Sacs Doctor para que las capturan y las pongan a disposición de tu Dios. Él es el que decide si estas almas pueden reconvertirse o son almas perdidas, así que pasará un tiempo hasta que sepas si puedes disponer de ellas o no. No es de extrañar que el juego se convierta en un constante toma y daca. En cada batalla pierdes almas y un contraataque a corto plazo te permite recuperar el terreno perdido. Las escaramuzas son casi continuas. Y eso está muy bien, porque asegura que al juego no le falten la dosis de acción necesaria para que no te duermas sobre el teclado. Pero también hace que en algunos momentos parezca que no estás avanzando en dirección al objetivo final y que esto tiene visos de hacerse eterno.
Una partida de ajedrez a toda prisa
A Dave Perry le gustaba comparar a su juego con el ajedrez, y la verdad es que parte de razón si que tenía, aunque verás más cerca las tablas que el definitivo jaque mate. Para que este último tenga efecto, deberás destruir el altar contrario. La forma de hacerlo es realizar en él los sacrificios que dan nombre al juego: debes capturar el altar en cuestión y sacrificar en él alguna de tus unidades. Para este ritual (parecido a una muñeira sangrienta) debes invocar a los Sacs y protegerles mientras llevan a cabo la ceremonia. Si uno de ellos es atacado, el proceso debe iniciarse de nuevo.
Al juego le sobra imaginación e ideas interesantes, pero tiene algún que otro defecto. La perspectiva en tercera persona no es del todo adecuada, ya que aunque alejes y reorientes la cámara, ésta sigue siempre fija en tu personaje. Eso dificulta mucho el seguimiento de los combates, ya que tú no participas directamente en ellos (te limitas a proteger a los Sacs y reforzar sus ataques con magia) y no te enterarás de casi nada a menos que encuentres un lugar elevado que te dé una perspectiva amplia del escenario. Algunos trucos son poco aconsejables cuando estás en pleno fregado, ya que no sería nada extraño que su efecto negativo perjudicara también a tus unidades. En líneas generales, tendrás la sensación de que los acontecimientos se desarrollan sin que tengas un control excesivo sobre ellos. ya que a menos que tengas unos reflejos y una capacidad de decisión prodigiosos, la mayoría de las veces te limitarás a recoger almas y lanzar algún conjuro puntual.
Además, robarle almas al enemigo requiere su tiempo y, a menos que éste se retire del campo de batalla, difícilmente cogerás más que él. En estos casos, la balanza se decanta por un sistema de experiencias. Debes llevar la iniciativa y combatir todo lo posible para que tus unidades vayan ganando puntos de experiencia.
Si eres un amante de la estrategia, te costará acostumbrarte a este nuevo planteamiento, por mucho que los desarrolladores hayan simplificado al máximo la interfaz. Para controlar el juego deberás combinar teclado y ratón siguiendo un sistema muy parecido al de los shooter. Con el ratón mueves la cámara y con los cursores a tu personaje. Las magias se activan utilizando un inventario dividido en tres tipos de conjuros: de combate, para crear unidades y para construir. La mejor manera de acceder a ellos es emplear los atajos del teclado, más cuando el fragor de la batalla tuesta tus mejillas y apenas tienes tiempo de pensar lo que haces. Un tercer panel te permite seleccionar unidades concretas, asignarles órdenes, introducir en ellas alguna mejora o sanarlas. Algunas unidades también cuentan con la posibilidad de emplear alguna mejora (moverse más rápido, utilizar un ataque especial, etc). Desde ese panel, podrás activarlas sin tener que seleccionar una criatura en concreto.
¿Buscas un empleo?
Estos cinco extraños seres se mueren de ganas por contratarte. Te ofrecen un cargo de hechicero, espia y estratega. Todo a la vez y con dietas y pagas extras, pero sin vacaciones.
- Charnel, dios de la muerte: Todo lo contrario que Persephone. Sus magias rozan el mal gusto pero son mortales y efectivas. Si te unes a su bando, podrás provocar epidemias o invocar enjambres de insectos. Su mejor criatura son tus Styx, almas que ocupan cuerpos de monstruosos no muertos. Si te los encuentras, rezarás todo lo que sabes.
- Stratos, dios del aire: Bueno, éste es lo que se dice un dios que está en las nubes. El aire es su aliado, pero no creas que sus magias se limitan a unos cuantos soplos: un tornado suyo puede resultar devastador. Además. tiene en nómina a unas adorables criaturas llamadas Brainiac, capaces de penetrar en la psique de sus enemigos y destrozarla. Con él, eres tú quien rige los vientos, ya sean devastadores huracanes o ráfagas de brisa marina.
- Persephone, diosa de la vida: Paz, amor y buen rollo. Esta diosa es una superviviente de los años 60, aunque sus rivales suelen hacer oídos sordos a sus propuestas de concordia y armonía universal, lo que se entiende como una pacifista consumada. La Mutant es una de sus criaturas más simpáticas. Reacciona como una madre cuando atacan a sus crías.
- James, dios de la tierra: Este aparatoso gusano es uno de ios dioses que se disputan el trono del Creador Supremo en el mundo de Sacrifice. Su poder y sus artes mágicas emanan de la tierra. Entre sus súbditos destacan los Boulderdash, unas criaturas que vienen a ser catapultas con patas capaces de lanzar tres pedruscos a la vez. Al agusanado dios de la tierra le encanta apedrear a sus víctimas.
- Pyro, dios del fuego: El fuego es su aliado y sus criaturas disponen de él para crear barbacoas en las que el enemigo hace de chuleta o chorizo. Bajo sus auspicios sí que sabrás lo que es jugar con fuego. Sus criaturas llevan mascarillas parecidas a las antigás. La más curiosa es el Firefist. Ya sabes, no juegues con fuego cerca de los árboles o podrías acabar provocando un incendio.
Islas e islotes
Los escenarios en los que se desarrolla el juego son bastante originales. Se trata de islas que flotan en el vacío, con abismales precipicios marcando sus límites. Sacrifice huye de los clásicos mapas cuadriculados de los juegos de estrategia, pero no esperes moverte con total libertad, ya que el mapa utilizado es irregular y tropezarás con sus limites muy a menudo. Muchas de las islas cuentan con pequeños pasillos que unen sus partes. Te podrás acercar al borde, mirar al infinito o al otro lado, pero no caerás. No es que a los jugadores nos en cante el vuelo libre, pero la verdad es que en algún momento tienes la molesta impresión de estar encajonado en el escenario.
Los corredores que unen unas islas con otras tienen su importancia como elemento estratégico, dado que tanto tú como tus rivales podéis llegar a adquirir el poder mágico de hacerlos desaparecer, cortando así el paso. También podrás provocar lluvias torrenciales o de fuego y destruir casi cualquier elemento del escenario.
Como solía ser habitual, Shiny dedicó gran parte de sus esfuerzos a que el juego tuviese unos gráficos impresionantes. Cada mundo se adapta a la supuesta personalidad del dios que lo rige, pero en todos predomina la imaginación, el gusto por el detalle y el colorido. En este apartado, Shiny se merecía un diez.
Ahora, que el juego en su conjunto ya no merece una nota tan buena, a pesar de sus virtudes. Originalidad y solidez no le hacen falta, pero tendrás la impresión de que la esencia del juego son los rápidos y feroces combates que se suceden a una velocidad de vértigo, sin darte tiempo a reorganizar tu ejército o desarrollar una estrategia. De todos modos, al juego le sobraron cualidades para ser considerado uno de los grandes.
Scapex
Shiny incorporó al juego un editor de niveles con el que podías crear o modificar escenarios. Es uno de esos detalles que alargan muchísimo la vida de un juego y pueden ayudar a que se convierta en un clásico a la hora de jugar por internet. Si interfaz facilitaba mucho su empleo y con un poco de imaginación podías construir tu propio paraíso tropical… en el cielo.
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